Por Fernando Doti.
Los Consejos de Salarios son órganos administrativos, previstos en la Ley 10.449 del año ´43, constituyendo asimismo organismos colegiados de integración tripartita, compuestos por siete miembros: tres designados por el Poder Ejecutivo, dos delegados de los trabajadores y dos delegados de los empleadores. El cometido de los Consejos de Salarios es fijar salarios mínimos. Cada Consejo debe, además, clasificar las categorías de trabajadores de su rama de actividad. La reforma laboral que necesariamente debe realizar el Uruguay, necesita eliminar los Consejos de Salarios. Necesariamente debe existir una flexibilización de las condiciones laborales, sumadas a una disminución de la carga impositiva. Si seguimos cargando el sistema laboral de más regulaciones y más prohibiciones, se va a generar el efecto contrario al deseado: más desempleo o empleo en negro. Es fundamental tener presente lo siguiente: A mayor presión impositiva, menor ahorro. Si no hay ahorro, no hay inversión. Si no hay inversión no hay incremento de capital. Si no hay incremento de capital, no habrá productividad. Si no hay productividad, habrá mayor pobreza y menores salarios. Se sostiene por parte de los defensores de los Consejos de salarios, que el trabajador a la hora de negociar condiciones de trabajo y sueldos con su patrón, no está en una posición que le permita hacerlo con verdadera libertad. Al respecto, algunas precisiones. En primer lugar, con este escenario legislativo cuesta definir quién es la parte fuerte y la parte débil, de la relación laboral. En segundo lugar, ese discurso de que el trabajador no está en condiciones de negociar, parte del pre concepto de que ese trabajador o grupo de trabajadores, no tiene las capacidades suficientes como para hacerlo. Una prueba de ello lo es el hecho de que, todo lo que aparece firmado en la materia laboral por el trabajador, si no tiene acompañada una firma de abogado que le asista, no vale. Todo es revisable, no hay certeza jurídica. Sin embargo, ese mismo trabajador, cuando va a un Banco a tramitar un préstamo hipotecario para adquirir su casa, debe tomar todas las condiciones impuestas por el banco (por supuesto que tiene la libertad de no hacerlo) porque de lo contrario no accede al préstamo. A nadie se le ha ocurrido, sostener judicialmente que ha habido una situación de explotación y de manifestación de voluntad en condiciones anormales. Todo lo contrario. Pues en el mercado de trabajo, esa voluntad autónoma también debería existir. En una sociedad libre, con oportunidades, no hay lugar para los abusos, porque sencillamente el buen trabajador se va para otro lado, sin inconvenientes. Los Consejos de salarios constituyen una fijación de precios por ley. Como vimos en la entrega anterior, todo bien consumible tiene dos mecanismos de ajuste, que son cantidad y precio. A mayor cantidad de algo, menor precio. A mayor precio, menor cantidad. Si quiero hacer una ensalada y los tomates están por las nubes, van a pasar dos cosas, o no compro tomates o compro mucho menos de lo que pensaba hacerlo. En otros términos: cuanto más altos son los mínimos legales, menos trabajo habrá. Siendo el salario uno de los tantos precios de la economía, los Consejos de Salarios se transforman en generadores de desempleo. ¿Para quién? Pues para quienes están sin trabajo, para los menos preparados, los excluidos, que no califican en su productividad para llegar a ese mínimo exigido. Pero además y aun cuando aceptáramos su vigencia, los Consejos de Salarios, generan otro problema y es el siguiente: ¿contemplan las situaciones de todos los trabajadores del país de un mismo sector? ¿Es lo mismo lo acordado con carácter general y obligatorio para los trabajadores de un supermercado de gran superficie, que para el de una pequeña localidad del interior? ¿Existe la misma capacidad de respuesta de un gran supermercado que un pequeño almacén? Todo parece indicar que no. Sin embargo, en la lógica regulacionista y proteccionista vigente, es así. Son la misma cosa. Si existiera un régimen abierto y flexible, sería mucho más fácil para los trabajadores acceder al trabajo. Como decíamos, constituyen una verdadera fijación de precios y también de tareas. Si usted tiene un empleado en un taller, no puede ser soldador y agarrar la amoladora… un pistero de estación, por más que no haya ningún cliente en todo el día, no podría reponer las cosas de las góndolas, o limpiar un baño o barrer las oficinas. Otra creencia errónea en el tema objeto de análisis, es que el pago de salarios altos, depende de la previsión que puedan hacer entre cuatro paredes en una oficina del M.T.S.S, los integrantes de los Consejos de salarios. Los laudos de éstos, son una muestra más de fijación de precios, de intervencionismo estatal, que como vimos, genera (a pesar de las buenas intenciones que se tenga) la situación inversa a la deseada. Cada ronda de los Consejos de Salarios se espera con ansias para ver qué punto porcentual, se asignará de incremento a los salarios. De igual modo, se hace presente el mito de que los sindicatos van a “pelear el salario” y son los que ayudan a aumentar el nivel de vida de la gente, extremo que es falso. El estándar de vida de un país, el bienestar material en general incluyendo los sueldos, depende de la productividad que exista y ese nivel de productividad, se obtendrá en la medida que existan inversiones en capital adecuado. El nivel de los salarios depende, y lo digo en mayúscula, subrayado y en negrita, SOLO Y EXCLUVISAMENTE DE LAS TASAS DE CAPITALIZACIÓN. ¿Qué son las tasas de capitalización? Son inversiones, esto es, equipos, instalaciones, maquinarias, etc., que hacen que aumente la productividad de la gente. En otros términos, que exista una mayor productividad por unidad de tiempo. No es lo mismo arar con las uñas que hacerlo con un tractor. El tractor es un equipo de capital, que hace que los salarios sean mayores. Se deben generar incentivos entonces para que exista mayor inversión que se traduzca en capital, que permita generar mayor productividad y por ende mayor empleo y mejores salarios. Y en esto nada tiene que ver la cultura de trabajo que puedan tener las sociedades, ni la sensibilidad social del empleador y demás. Las llamadas “conquistas sociales” de los sindicatos, lo que han conseguido es una reducción de la producción, desempleo, a la vez que el castigo a trabajadores de otras empresas no beneficiadas por los grupos de presión. Dice Ayn RAND: “El progreso económico, como cualquier otra forma de progreso, tiene solo una fuente esencial: la mente del hombre y puede producirse sólo en el grado en que el hombre tiene libertad para traducir su pensamiento en acción. Deje que quien piensa que su alto nivel de vida es producto de los sindicatos de trabajadores y los controles gubernamentales, se formule la siguiente pregunta: si uno tuviese una máquina del tiempo y transportara a todos los caciques sindicales de Estados Unidos (más de tres millones de burócratas gubernamentales) de regreso al siglo X ¿podrían proveer al siervo medieval luz eléctrica, refrigeradores, autos y televisores? Cuando uno advierte que no pueden hacerlo, uno debería identificar ¿quién y qué hizo posible estas cosas?” .
( Aut. Cit. Capitalismo. El ideal desconocido. Ed. Grito Sagrado 2008. Pág. 112-113.)